viernes, 4 de febrero de 2011

La epidemia silenciosa de la Sociedad opulenta

La epidemia silenciosa de la civilización opulenta

LA EPIDEMIA SILENCIOSA DE LA SOCIEDAD OPULENTA

Autor: PROFESOR ENZIMO BOTAVARA

¿Por qué morimos de diabetes, colesterol, corazón, obesidad?

En las sociedades modernas ya no morimos principalmente de deficiencias nutricionales. La capacidad de generación, conservación y reparto de alimentos a precios muy asequibles lo hacen casi imposible. Tampoco padecemos de grandes epidemias de enfermedades infecto-contagiosas, desde la aparición de los antibióticos y de las medidas elementales higiénico-sanitarias. Esta situación privilegiada contrasta dramáticamente con el padecimiento diario de millones de personas del tercer mundo. Pero entonces, ¿de qué morimos?

Hace casi un cuarto de siglo que se acuñó el término “Síndrome X”, (posteriormente también llamado “Síndrome metabólico”) para definir una constelación de patologías que incluían la diabetes, obesidad, hipertensión, dislipemias, enfermedades cardiovasculares y arterioesclerosis. Todas ellas pueden tener un origen común en muchos casos: la insulinorresistencia, y un final también compartido: dos o más de las enfermedades mencionadas padecidas de forma silente e indolora para acabar, de forma abrupta en muchos casos, con la muerte del individuo.

El maravilloso diseño de nuestro cuerpo

La insulinorresistencia es la forma que tuvo la evolución durante millones de años de dotar

a algunos de los antecesores de nuestra especie de una ventaja frente al resto. En los escasos momentos en que pudiera haber abundancia de alimento, como cuando capturaran una pieza grande de caza o la recolección de frutos, tendrían que comer lo máximo posible y rápidamente. Al ser nómadas y no poder almacenar el exceso, la Naturaleza favoreció a aquellos que presentaron de forma aleatoria el “gen ahorrador” que provocaría insulinorresistencia. Uno de los efectos principales en el organismo es la rápida acumulación de esa energía ingerida y no gastada en acúmulos de tejido graso. La situación de estos depósitos grasos de reserva también se diseñó de la forma más eficaz: principalmente en los machos alrededor de la cintura, para que no fuera molesto al correr ni al manejar los brazos; sin embargo esta localización en las hembras supondría un problema si estuvieran o pudieran estar embarazadas. Así que en ellas se localizan principalmente en glúteos y caderas. Al pasar a las habituales épocas de hambruna estos individuos estarían mejor preparados para soportarlas.

El gen ahorrador ¿el gen que mata?

Entonces, ¿dónde está el problema? El entorno para el que se fue modelando nuestro sistema metabólico ha desaparecido. Por un lado el gasto ingente energético que suponía la captura o recolección de los alimentos se ha reducido a trabajar rodeados de máquinas y aparatos que alivian el esfuerzo físico. La adquisición de los alimentos se suele hacer tirando de un carrito en una gran superficie una o dos veces al mes. Por otro, nuestros antepasados, y en algunos casos hasta hace poco, debían soportar temperaturas frías en habitáculos mal aislados térmicamente, aumentando así el consumo de kilocalorías para mantener la temperatura corporal. Estos padecimientos también han desaparecido en este siglo. La paradoja radica en que si el entorno ha cambiado drásticamente no lo ha hecho así nuestra genética: mientras que hablamos de decenas o centenares de años para lo primero, para variar significativamente el material genético de una población necesitaríamos decenas o centenares de miles de años.

La consecuencia de esa acumulación de combustible no usado es la destrucción a la larga del propio individuo. La diabetes, obesidad, hipertensión, dislipemias, enfermedades cardiovasculares y arteriesclerosis irán surgiendo. Al ser enfermedades que en sus primeros estadios no son ni dolorosas ni incapacitantes, el individuo no le da importancia o lo que es peor, puede desconocer su padecimiento.

¿Qué podemos hacer?

Las soluciones son fáciles en su enunciado pero difíciles en ponerlas en práctica. Pero lo expondremos en una próxima entrega. Recomendamos vivamente el libro ”El Mono Obeso” de J.E. Campillo, donde se divulga este problema.

Profesor Enzimo Botavara

Extraído de: http://fatumrevolutum.wordpress.com


Adjunto un vídeo con una presentación realizada por el mismo autor del Libro "El Mono Obeso" J.E. Campillo.


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